lunes, 25 de octubre de 2010
Feelvertising: Bienvenido a bordo.
domingo, 10 de octubre de 2010
sábado, 9 de octubre de 2010
¡¡Santana!!
Pero su ida aproximó precipitadamente a mi mente otro acontecimiento.
Hace cosa de un mes, no sé cómo, me entero de que Santana venía a ¡Arnhem! En ese preciso momento supe que no podía faltar. No iba a dejar de ir a ver a ese monstruo de la guitarra. Ese ser que es capaz de hacerte vibrar con un solo toque de cuerda. Ese ser que con tanto cariño me han enseñado a admirar. Ese ser que tanto admiro gracias a tí, Tete. Quizá nunca hable mucho de Santana con mis amigos (por eso JC contestó: "¿Desde cuando te gusta Santana?", a mí siempre me ha gustado Santana), pero es tema principal de conversación con mi tío. Además, aunque no te guste mucho su música, es una experiencia de esas que sólo ocurren una vez en la vida. Así que, Didac y yo decidimos comprarnos las entradas (hay gente que se gasta el dinero en otras cosas, nosotros en buena música asegurada).
Y el 5 de octubre de 2010 llegó. A las 16:30 partimos para Gelredome (el estadio de Arnhem), parando antes por HAN para imprimir las entradas. A las 6 ya estabamos en el lugar esperando a que abrieran las puertas. Eso no sucedió hasta una hora después, y conseguimos hacernos con unos sitios en una maravillosa segunda fila en el centro del escenario.
A las 20:15 comenzaba el concierto. Aun tiemblo cuando pienso que estuve alllí, tan cerca de ese espléndido guitarrista .
María María, Black Magic Woman, Into the night, Corazón Espinado... y un largo etcétera compusieron el repertorio del concierto. Hasta las 11.15 de la noche nos hizo vibrar a todos.
Lo mejor, el control y el respeto que tiene a sus músicos. Le da cada lugar a cada uno de los integrantes de su banda, y se nota que les tiene un gran cariño y admiración.
Cinco curiosidades del concierto:
1. Santana coloca en el escenario una foto de la cara de un Cristo, sí sí como leeis.
2. Estábamos tan cerca que podíamos oler la barrita de incienso que tenía prendida en el escenario.
3. Perdí la cuenta de las numerosas guitarras que sacó.
4. El gran morreo que le dio a su novia actual, tras salir ella a tocar la batería.
5. Qué dificil es verle la cara a Santana.
6. Estabamos allí reunidos personas de todas las edades.
7. Los holandeses no siguen el ritmo de las canciones latinas.
Podría seguir contanto muchas cosas del concierto, pero la verdad no sé como, las palabras no son suficientes para expresarlo. Así que mejor, os dejo una pequeña muestra (Entrada siguiente, la de más arriba). ¡Hasta la próxima!
sábado, 2 de octubre de 2010
Venir a Holanda para esto
http://www.youtube.com/watch?v=HKCLFbLompM
miércoles, 29 de septiembre de 2010
Fábrica de momentos
viernes, 24 de septiembre de 2010
Planificación 2.0
Planificación de programas de Social Media. Las 6 Claves:
http://mediossociales.wordpress.com/2010/09/22/planificacion-de-programas-de-social-media-las-6-claves/
jueves, 23 de septiembre de 2010
I love Microsoft
miércoles, 22 de septiembre de 2010
martes, 21 de septiembre de 2010
Madre solo hay una
domingo, 19 de septiembre de 2010
Un poquito de ambientación
Buena adaptación de la letra también a mi situación viajera. Espero que os guste.
Morcheba- Wonders never cease (The Antidote, 2005)
All that we’ve been through
Brings my soul so close to you
Why not cast your fears aside
We can laugh until we cry
There are worlds out there
Beyond compare
sábado, 18 de septiembre de 2010
La historia de la maldita galleta. Cap. 1
Antes de nada, gustaría que supieseis que escribo felizmente comiéndome una manzana, desde mi habitación en Honigkamp. No en la de Florence, pero bueno es una larga historia y lo pasado pasado está. Haré un post especial para desprestigiar a Vivare.
Bueno, pues mira, la predicción de la uña funcionó. Todo es mucho más sencillo cuando estás aquí. Por el simple hecho de estar aquí. Si quieres ver a alguien, vas a su habitación. Y si no te apetece moverte, te metes en facebook –vendito internet- que seguro que está conectado.
Es un poco incómodo el tema de la cocina, y los frigoríficos, que a estas alturas, están ocupados, además de que, el que supuestamente me correspondía a mí es grotescamente asqueroso. El caso es que tengo cosas repartidas por frigoríficos de las tres primeras plantas. Y tampoco muchas. ¡Cocinar es una aventura! Y no puedo comprar muchas cosas para guardar en frigorífico.
En fin, el otro día por capricho me compré unas galletas, y hoy me he dado cuenta de que tengo una extraña y repentina adicción al chocolate -me pregunto por qué-, y de que me he comido en dos días 8 galletas de chocolate. Eso es gordura pura. Queda una en el paquete y he decidido que no me la voy a comer.
He comprado manzanas, que no necesitan mucho frigo –hace fresquete ya, y me gusta poder abrir la puerta de mi balcón. Cuánto aire. Qué maravillosa sensación es el frescor de la mañana de sábado, echarte una manta por encima y beberte un café calentito. Sin prisa. Notando cómo el calor se va esparciendo por todo el cuerpo a la vez que notas el escalofrío por la espalda de tener la ventana abierta. Es fantástico.
A ver lo que dura ahí la dichosa galletita.
martes, 14 de septiembre de 2010
Mesversario! =D
lunes, 13 de septiembre de 2010
La Torre. Cap.3 "Señales"
A mí me gusta llorar. Me sienta bien, me descarga. Odio cuando mi madre me dice que no llore, que llorando no se soluciona nada. Pero no entiende que no es una solución para mí, es una simple vía de escape. Eso es porque odia la fragilidad, porque la entiende como debilidad, pero ser frágil no es ser débil. Mucha gente piensa así. Los frágiles, cuando lloramos, lo hacemos para buscar una claridad. Como una nube negra que descarga con toda su fuerza sobre la ciudad una tromba de agua, porque llevaba nublado muchos días. Y al día siguiente, amanece soleado, y el cielo de un azul brillante, intenso. Y el aire fresco, pero no molesto, suficiente para despertarte por la mañana al salir de casa, para que no olvides que hay cosas serias en las que pensar, pero que pueden salir bien.
Esta semana he llorado. Y me ha sentado genial.
Continuamos con el novelón de Vivare.
Recordaréis que comenté que me habían dicho que me mudaría la semana siguiente al post. Pues no sucedió. Volvieron a llamar y me dijeron que la habitación ya no estaba disponible. La única que tenían era una en un apartamento de dos personas en el recinto de Honigkamp, pero también sin internet. Además, un apartamento que ya ha tenido una inundación, y con la suerte que estoy teniendo estoy segura de que si me mudara allí volvería a inundarse. Así que decían que las únicas opciones eran o irme allí, o quedarme en la Torre pagando 900 € más. La chica que siempre me llama por teléfono tuvo que soportar parte de mi furia, al decirle que no podían jugar de esta forma conmigo, que ya estaba bien. No es normal que hagan esto con la gente. No les importa nada. Le pregunté por el nombre de alguna persona de contacto en la universidad (a la cual echan la culpa de sus errores), y me lo dio. Al día siguiente iría a hablar con él.
Ese miércoles llovía. Me levanté más cansada aún de lo que me había acostado, con una lista de tareas enorme en la cabeza, repitiéndomela una y otra vez para que no se me olvidara nada. Para colmo, la noche anterior había estado en Honigkamp haciendo un trabajo que terminé de madrugada ya en casa (me suena raro llamar “casa” a La Torre. Es curioso como llevando sólo tres semanas aquí, me parece llevar tres meses), y estando liada con eso me entero de que al día siguiente tenemos que entregar un trabajo que se suponía que era para el viernes –para el cual, obviamente, necesitaba utilizar internet-. ¡Bien! Más trabajo… En fin, intentando no agobiarme pensé que terminaría el otro por la noche, y ese lo haría por la mañana temprano, me iría a la facultad y utilizaría allí internet. La hora límite de entrega (impreso a color y encuadernado) eran las dos de la tarde. Yo tenía clase a las 12. Tenía dos horas y media para hacerlo, imprimirlo, encuadernarlo y entregarlo. No hay problema. Me da tiempo.
Llego a la facultad a las 9:30. Saco el portátil en la “cantina”, e intento conectarme. No funciona. Para instalarlo necesito un cd que me dan en la biblioteca. Lo instalo y sigue sin funcionar. Me mandan a un mostrador de consultas, y allí me dicen que tengo que terminar de registrarme como alumna (se suponía que eso ya estaba hecho), y que tardaría unas dos horas en poder utilizarlo. Genial. Perfecto. Maravilloso. Eran las 10:20 aproximadamente, y no tenía más que dos o tres frases escritas del trabajo que se me habían ocurrido la noche anterior. Con la mente trabajándome a máxima velocidad, llamo por teléfono a Valme, para ver si estaba en Honigkamp y que me abriera para hacerlo allí. Llego a las 10:35, y las niñas me dicen que a las 11 se van. No me importa, me quedo sola en la cocina haciéndolo. Era consciente del poco tiempo que me quedaba, con lo cual sabía que la nota no iba a ser magnífica. Lo termino como puedo y lo pongo bonito, y las 11:45 salgo pitando de Honigkamp. Llego a la facultad a las 12. Por suerte las chicas ya me habían comprado la carpeta para entregarlo, así que voy directa a la copistería para imprimirlo. Me explican rápidamente cómo funciona, me dan la carpeta, y se van a clase. Mientras estoy intentando que el ordenador lea mi pen drive y se abra el documento, noto como me empiezan a bailar las caderas de lado a lado mientras estoy sentada. Oh no, tengo que hacer pis. Siempre me pasa cuando estoy nerviosa. O cuando tengo que esperar. Supongo que es la forma que toma la impaciencia en mí: noto que la vejiga me explota. Ya de mal humor –seguía lloviendo fuera- arranco el pen drive del puerto USB, cojo la mochila, la chaqueta, la bufanda y la carpeta y salgo corriendo al servicio. Viendo que mi clase ya habría empezado, subo para dar constancia de mi presencia e intentar bajar de nuevo a copistería. Por suerte la profesora no ha llegado, con lo que suelto mis cosas, cojo la carpeta, el pen… ¡El pen! ¿Dónde está mi pen? Lo busco por todos lados, salgo al pasillo, bajo las escaleras, recorro los mismos pasos que había dado de la copistería al baño y del baño a clase. Nada. Ni en la mochila, ni en la chaqueta, ni en el pantalón, nada. A punto de empezar a arrancarme la melena, le pido a Marichechu el suyo. Enciendo el ordenador, corroboro la extrema lentitud de Windows Vista, copio el documento y vuelvo a bajar. De nuevo en copistería intento imprimir el dichoso trabajo, pero no sé por qué la máquina no responde. Por suerte –una ayuda mínima siempre se agradece- entra una chica alemana que está en la misma clase para la que tenemos que hacer la entrega. Me intenta ayudar y viendo que no lo conseguíamos y que yo me estaba poniendo a temblar allí me dice que me vaya a clase que ella me lo imprime y lo entrega por mí. No la abracé porque ya sabemos todos que los alemanes –de la Alemania Grande- no son muy de abrazar. Pero lo habría hecho gustosa.
Vuelvo a subir a clase notándome ligera, como si me hubieran quitado una piedra de 50 kilos de la nuca. Conseguido.
Cuatro horas más tarde terminan las clases, y me voy en busca del contacto de Vivare. Después de un día así, lo único que me apetecía era tirarme en la cama, coger un buen libro –un fantástico libro que he devorado en tres días- y olvidarme de todo hasta quedarme dormida. Mientras hablaba con él notaba con cada vez más fuerza su desprecio y desinterés como si él mismo me estuviera empujando para salir del despacho. Le daban igual todas mis explicaciones y mis quejas, le daba igual que me sintiera como uno de esos objetos inútiles que tenemos en casa y nunca tienen un sitio fijo, estén donde estén siempre estorban. Me daba las mismas opciones que la chica del teléfono. Así que yo, a las 6 de la tarde, derrotada por un día agotador y una indiferencia que me estaba absorbiendo la energía, salgo cabizbaja de la oficina y me meto en un retrete a dejar que mis ojos respiraran en silencio. Respiro hondo tras dos o tres lágrimas traicioneras, salgo del baño y me voy a La Torre.
Al llegar, aún totalmente hundida, me tumbo en la cama y lloro con la cara aplastada contra mi almohada. Necesito hablar con alguien. Hablando por teléfono con mi madre, y gracias a ese odio suyo por el victimismo y el lloriqueo me hace entrar en razón. Si no quieren aceptar por las buenas que se han equivocado tendrán que hacerlo por las malas. ¡Y sin llorar!
La noche terminó con una relajante y larga ducha, cenita y libro. Parecía que todo estaba más calmado. Y justo antes de ir a dormir, una buena señal. Encontré mi pen drive en el fondo de la mochila enredado entre los cables de mi portátil. El día siguiente amaneció soleado.
La mañana del jueves después de desayunar y con ganas de enfrentarme a quien hiciera falta me puse mona, y me fui a hablar con otra mujer que también es un contacto entre la universidad y Vivare. Digamos que ella es “la universidad en Vivare”, mientras que el otro hombre es “Vivare en la universidad”. Fui a su despacho y le expliqué todo. Y le dije <<>>. La mujer dice que me comprende y que se lo diría a su compañero para ver qué se podía hacer.
Satisfecha de mi discurso completamente exento de lágrimas –desde pequeña he tenido el problema de que cuando tengo que hablar con alguien mayor sobre cosas serias y defenderme se me inundan los ojos y se me atragantan las palabras-, salgo para arreglar otros asuntos y dejar de pensar en Vivare por un rato. El nuevo tema es el de la prolongación de mi estancia en Arnhem para el curso completo.
Fui a hablar con la responsable de esa parte y directamente me dice que no. Que todo depende del balance de alumnos que las universidades envían y reciben, y que con la mía no es posible. Así que nada. Muchas gracias y buenos días. Cuando voy a salir del laberinto de despachos de cristal en que me encontraba –todos los despachos están juntos, separados por muros de cristal a través de los cuales se plasma la más típica imagen de oficina llena de administrativos cada uno a lo suyo: unos mirando al ordenador, otros bebiendo café en vaso de cartón large size y hojeando periódicos y carpetas de documentos. Otros simplemente charlando con otros compañeros relajadamente-, la mujer con la que acababa de hablar me pregunta en voz alta :
- ¿Qué tal estos días?
-Bien… Sí, bien
Dándose cuenta de la inseguridad de mi respuesta se levanta de su silla y se acerca a mí. Es muy alta, aunque no sé de qué me extraño, todos son altos aquí.
- ¿Estás segura?
-Bueno, sí, he tenido algún inconveniente pero aquí en la facultad bien. Me gustan las asignaturas y los métodos de enseñanza. Por lo general son bastante diferentes de los que tenemos en casa, muy interesantes, por eso precisamente me gustaría quedarme todo el curso.
- Ah, porque verás, tengo un amigo periodista, trabaja para una revista, y está buscando estudiantes extranjeros para entrevistarlos y que cuenten sus impresiones sobre la universidad y la vida en este país. Pero claro también es cierto que la mayoría vienen de fiesta…
- A fumar.
- Claro, si tú has venido a eso nada, pero si has venido a estudiar y te interesa, tal vez podría darle tu número para que hables con él.
- Ah, vale. Sí, ¿por qué no?
Le doy mi número y se despide de mí diciendo:
- Tal vez seas famosa de aquí a unas semanas…
Je, je.
El jueves fue un gran día. Sol y buena temperatura. Puertas abriéndose.
Espero que se den cuenta de que es la mejor solución para todos. A ver cuántos días tardan para eso.
Siento que haya sido tan largo, pero con tanta cosa no encontraba tiempo, ganas o inspiración para ponerme a escribir. Tal vez fuese solo pereza, quién sabe. Pero prefiero sentarme a escribir varias horas sabiendo que tengo todo el día por delante para mí sola, sin prisas. En el fondo aprecio estos ratos de intimidad relajada y charlas conmigo misma. De organizar mis cosas y serme útil. He descubierto que no me aburro a mí misma. Qué guay :)
Y espero no haber aburrido a nadie. Pero como digo siempre, si has leído hasta aquí, por algo será.