lunes, 13 de septiembre de 2010

La Torre. Cap.3 "Señales"

A mí me gusta llorar. Me sienta bien, me descarga. Odio cuando mi madre me dice que no llore, que llorando no se soluciona nada. Pero no entiende que no es una solución para mí, es una simple vía de escape. Eso es porque odia la fragilidad, porque la entiende como debilidad, pero ser frágil no es ser débil. Mucha gente piensa así. Los frágiles, cuando lloramos, lo hacemos para buscar una claridad. Como una nube negra que descarga con toda su fuerza sobre la ciudad una tromba de agua, porque llevaba nublado muchos días. Y al día siguiente, amanece soleado, y el cielo de un azul brillante, intenso. Y el aire fresco, pero no molesto, suficiente para despertarte por la mañana al salir de casa, para que no olvides que hay cosas serias en las que pensar, pero que pueden salir bien.

Esta semana he llorado. Y me ha sentado genial.

Continuamos con el novelón de Vivare.

Recordaréis que comenté que me habían dicho que me mudaría la semana siguiente al post. Pues no sucedió. Volvieron a llamar y me dijeron que la habitación ya no estaba disponible. La única que tenían era una en un apartamento de dos personas en el recinto de Honigkamp, pero también sin internet. Además, un apartamento que ya ha tenido una inundación, y con la suerte que estoy teniendo estoy segura de que si me mudara allí volvería a inundarse. Así que decían que las únicas opciones eran o irme allí, o quedarme en la Torre pagando 900 € más. La chica que siempre me llama por teléfono tuvo que soportar parte de mi furia, al decirle que no podían jugar de esta forma conmigo, que ya estaba bien. No es normal que hagan esto con la gente. No les importa nada. Le pregunté por el nombre de alguna persona de contacto en la universidad (a la cual echan la culpa de sus errores), y me lo dio. Al día siguiente iría a hablar con él.

Ese miércoles llovía. Me levanté más cansada aún de lo que me había acostado, con una lista de tareas enorme en la cabeza, repitiéndomela una y otra vez para que no se me olvidara nada. Para colmo, la noche anterior había estado en Honigkamp haciendo un trabajo que terminé de madrugada ya en casa (me suena raro llamar “casa” a La Torre. Es curioso como llevando sólo tres semanas aquí, me parece llevar tres meses), y estando liada con eso me entero de que al día siguiente tenemos que entregar un trabajo que se suponía que era para el viernes –para el cual, obviamente, necesitaba utilizar internet-. ¡Bien! Más trabajo… En fin, intentando no agobiarme pensé que terminaría el otro por la noche, y ese lo haría por la mañana temprano, me iría a la facultad y utilizaría allí internet. La hora límite de entrega (impreso a color y encuadernado) eran las dos de la tarde. Yo tenía clase a las 12. Tenía dos horas y media para hacerlo, imprimirlo, encuadernarlo y entregarlo. No hay problema. Me da tiempo.

Llego a la facultad a las 9:30. Saco el portátil en la “cantina”, e intento conectarme. No funciona. Para instalarlo necesito un cd que me dan en la biblioteca. Lo instalo y sigue sin funcionar. Me mandan a un mostrador de consultas, y allí me dicen que tengo que terminar de registrarme como alumna (se suponía que eso ya estaba hecho), y que tardaría unas dos horas en poder utilizarlo. Genial. Perfecto. Maravilloso. Eran las 10:20 aproximadamente, y no tenía más que dos o tres frases escritas del trabajo que se me habían ocurrido la noche anterior. Con la mente trabajándome a máxima velocidad, llamo por teléfono a Valme, para ver si estaba en Honigkamp y que me abriera para hacerlo allí. Llego a las 10:35, y las niñas me dicen que a las 11 se van. No me importa, me quedo sola en la cocina haciéndolo. Era consciente del poco tiempo que me quedaba, con lo cual sabía que la nota no iba a ser magnífica. Lo termino como puedo y lo pongo bonito, y las 11:45 salgo pitando de Honigkamp. Llego a la facultad a las 12. Por suerte las chicas ya me habían comprado la carpeta para entregarlo, así que voy directa a la copistería para imprimirlo. Me explican rápidamente cómo funciona, me dan la carpeta, y se van a clase. Mientras estoy intentando que el ordenador lea mi pen drive y se abra el documento, noto como me empiezan a bailar las caderas de lado a lado mientras estoy sentada. Oh no, tengo que hacer pis. Siempre me pasa cuando estoy nerviosa. O cuando tengo que esperar. Supongo que es la forma que toma la impaciencia en mí: noto que la vejiga me explota. Ya de mal humor –seguía lloviendo fuera- arranco el pen drive del puerto USB, cojo la mochila, la chaqueta, la bufanda y la carpeta y salgo corriendo al servicio. Viendo que mi clase ya habría empezado, subo para dar constancia de mi presencia e intentar bajar de nuevo a copistería. Por suerte la profesora no ha llegado, con lo que suelto mis cosas, cojo la carpeta, el pen… ¡El pen! ¿Dónde está mi pen? Lo busco por todos lados, salgo al pasillo, bajo las escaleras, recorro los mismos pasos que había dado de la copistería al baño y del baño a clase. Nada. Ni en la mochila, ni en la chaqueta, ni en el pantalón, nada. A punto de empezar a arrancarme la melena, le pido a Marichechu el suyo. Enciendo el ordenador, corroboro la extrema lentitud de Windows Vista, copio el documento y vuelvo a bajar. De nuevo en copistería intento imprimir el dichoso trabajo, pero no sé por qué la máquina no responde. Por suerte –una ayuda mínima siempre se agradece- entra una chica alemana que está en la misma clase para la que tenemos que hacer la entrega. Me intenta ayudar y viendo que no lo conseguíamos y que yo me estaba poniendo a temblar allí me dice que me vaya a clase que ella me lo imprime y lo entrega por mí. No la abracé porque ya sabemos todos que los alemanes –de la Alemania Grande- no son muy de abrazar. Pero lo habría hecho gustosa.

Vuelvo a subir a clase notándome ligera, como si me hubieran quitado una piedra de 50 kilos de la nuca. Conseguido.

Cuatro horas más tarde terminan las clases, y me voy en busca del contacto de Vivare. Después de un día así, lo único que me apetecía era tirarme en la cama, coger un buen libro –un fantástico libro que he devorado en tres días- y olvidarme de todo hasta quedarme dormida. Mientras hablaba con él notaba con cada vez más fuerza su desprecio y desinterés como si él mismo me estuviera empujando para salir del despacho. Le daban igual todas mis explicaciones y mis quejas, le daba igual que me sintiera como uno de esos objetos inútiles que tenemos en casa y nunca tienen un sitio fijo, estén donde estén siempre estorban. Me daba las mismas opciones que la chica del teléfono. Así que yo, a las 6 de la tarde, derrotada por un día agotador y una indiferencia que me estaba absorbiendo la energía, salgo cabizbaja de la oficina y me meto en un retrete a dejar que mis ojos respiraran en silencio. Respiro hondo tras dos o tres lágrimas traicioneras, salgo del baño y me voy a La Torre.

Al llegar, aún totalmente hundida, me tumbo en la cama y lloro con la cara aplastada contra mi almohada. Necesito hablar con alguien. Hablando por teléfono con mi madre, y gracias a ese odio suyo por el victimismo y el lloriqueo me hace entrar en razón. Si no quieren aceptar por las buenas que se han equivocado tendrán que hacerlo por las malas. ¡Y sin llorar!

La noche terminó con una relajante y larga ducha, cenita y libro. Parecía que todo estaba más calmado. Y justo antes de ir a dormir, una buena señal. Encontré mi pen drive en el fondo de la mochila enredado entre los cables de mi portátil. El día siguiente amaneció soleado.

La mañana del jueves después de desayunar y con ganas de enfrentarme a quien hiciera falta me puse mona, y me fui a hablar con otra mujer que también es un contacto entre la universidad y Vivare. Digamos que ella es “la universidad en Vivare”, mientras que el otro hombre es “Vivare en la universidad”. Fui a su despacho y le expliqué todo. Y le dije <<>>. La mujer dice que me comprende y que se lo diría a su compañero para ver qué se podía hacer.

Satisfecha de mi discurso completamente exento de lágrimas –desde pequeña he tenido el problema de que cuando tengo que hablar con alguien mayor sobre cosas serias y defenderme se me inundan los ojos y se me atragantan las palabras-, salgo para arreglar otros asuntos y dejar de pensar en Vivare por un rato. El nuevo tema es el de la prolongación de mi estancia en Arnhem para el curso completo.

Fui a hablar con la responsable de esa parte y directamente me dice que no. Que todo depende del balance de alumnos que las universidades envían y reciben, y que con la mía no es posible. Así que nada. Muchas gracias y buenos días. Cuando voy a salir del laberinto de despachos de cristal en que me encontraba –todos los despachos están juntos, separados por muros de cristal a través de los cuales se plasma la más típica imagen de oficina llena de administrativos cada uno a lo suyo: unos mirando al ordenador, otros bebiendo café en vaso de cartón large size y hojeando periódicos y carpetas de documentos. Otros simplemente charlando con otros compañeros relajadamente-, la mujer con la que acababa de hablar me pregunta en voz alta :

- ¿Qué tal estos días?

-Bien… Sí, bien

Dándose cuenta de la inseguridad de mi respuesta se levanta de su silla y se acerca a mí. Es muy alta, aunque no sé de qué me extraño, todos son altos aquí.

- ¿Estás segura?

-Bueno, sí, he tenido algún inconveniente pero aquí en la facultad bien. Me gustan las asignaturas y los métodos de enseñanza. Por lo general son bastante diferentes de los que tenemos en casa, muy interesantes, por eso precisamente me gustaría quedarme todo el curso.

- Ah, porque verás, tengo un amigo periodista, trabaja para una revista, y está buscando estudiantes extranjeros para entrevistarlos y que cuenten sus impresiones sobre la universidad y la vida en este país. Pero claro también es cierto que la mayoría vienen de fiesta…

- A fumar.

- Claro, si tú has venido a eso nada, pero si has venido a estudiar y te interesa, tal vez podría darle tu número para que hables con él.

- Ah, vale. Sí, ¿por qué no?

Le doy mi número y se despide de mí diciendo:

- Tal vez seas famosa de aquí a unas semanas…

Je, je.

Si os interesa saberlo no me ha llamado nadie. Pero bueno, ahí está eso. En realidad estoy por mandarle los posts de “La Torre”, y que ahí vea lo que es ser un estudiante extranjero.

En clase me encuentro con Florence, una francesa muy apañada que está en una habitación en Honigkamp y quiere cambiarse porque no soporta el ruido, pero que en Vivare no la escuchan –eso no es nada nuevo…-. Le cuento mi situación y tachán tachán, dice que a ella no le importaría irse al apartamento, que le da igual hacerse ella un contrato de internet, pero que quiere irse de su habitación. Perfecto. Ella al apartamento y yo a su cuarto. Sería maravilloso. Es cierto que la cocina de su planta es bastante asquerosienta, pero bueno, hay más cocinas en Honigkamp. No me importa. Y a estas alturas haré cualquier cosa por no ceder ante la prepotencia de Vivare.

El jueves fue un gran día. Sol y buena temperatura. Puertas abriéndose.

Por la tarde un grupito de gente fuimos a buscar bicicletas de segunda mano a casa de un señor mayor que las vendía muy baratas. Robadas obviamente. Y obviamente no en el mejor vecindario de Arnhem. Llegamos a una calle donde había un montón de casitas iguales, muy antiguas. Algunas completamente cerradas, otras en las que se nota que hay gente viviendo en ellas, pero igualmente descuidadas. En medio, sentados en el rebate de una de las viviendas, dos o tres señores fumando y jugando a las cartas. Kristie, que ya había estado le pregunta a uno de ellos si tiene bicis, y el hombre se levanta de los escalones y nos conduce por un pasillo muy estrecho y algo oscuro hasta una sala llena de bicicletas antiguas. Olía a humedad. Me encanta la mezcla de olores de humedad y polvo en estructuras antiguas. Entre asfixiante y fresca. Me recuerda a cuando de pequeños en el pueblo jugábamos en las obras y las casas abandonadas.

Algunos encontraron bicis que les gustaban. Yo no… Pero bueno, ya conocía el sitio. Volveré la semana que viene. Tengo ganas de bici.

El viernes por la mañana Florence y yo fuimos a hablar de nuevo con los contactos de Vivare. Estaban allí los dos, pero esta vez él parecía mucho menos bravucón que el miércoles. Imagino que la mujer ya había hablado con él sobre la firmeza de mi ultimátum. Le explicamos nuestra propuesta y nos dijo que a él le parecía bien, pero que tenía que hablar con Vivare antes de decirnos nada. Nos enviaría un e-mail con la respuesta.

Espero que se den cuenta de que es la mejor solución para todos. A ver cuántos días tardan para eso.

El resto del día lo pasé un una reunión de grupo para la clase de “Event Management” y en Honigkamp con las chicas. Uncle Sam’s, billar, charlas y risotadas. Nada mal.

Y finalmente fin de semana. Muchos se han ido a pasar el día a Amsterdam, así que sin muchos más planes, toca hacer sábado: laundry, limpieza, tareas… ah sí, y post para el blog.

Siento que haya sido tan largo, pero con tanta cosa no encontraba tiempo, ganas o inspiración para ponerme a escribir. Tal vez fuese solo pereza, quién sabe. Pero prefiero sentarme a escribir varias horas sabiendo que tengo todo el día por delante para mí sola, sin prisas. En el fondo aprecio estos ratos de intimidad relajada y charlas conmigo misma. De organizar mis cosas y serme útil. He descubierto que no me aburro a mí misma. Qué guay :)

Y espero no haber aburrido a nadie. Pero como digo siempre, si has leído hasta aquí, por algo será.

Peace out!

Pdta: La uña del dedo gordo de mi pie izquierdo ha terminado marchándose de mi vida para siempre. A lo mejor significa algo… ¿uña nueva, vida nueva?

4 comentarios:

  1. Vicentaaa!!! Para empezar, yo digo que sí: uña nueva, vida nueva :) ya sabes lo pesá que soy con las "señales".
    Bueno te noto más desanimada de lo que me gustaría, por supuesto. Pero confío en que sólo es un principio un poco difícil y en una semanita, no más, estarás por fin hecha a todo y A GUSTO, sobre todo a gusto!
    Esperemos que no os pongan más problemas y os intercambiéis la habitación y el apartamento, no creo que sea tan complicao, leñe.
    Por otra parte, me alegra escuchar que en clase estás estupendamente :) pero, ¿finalmente te han dado un no rotundo para el segundo cuatrimestre o queda alguna puerta abierta? Sea como sea, disfruta estos meses (sean los que sean) al máximo!!!

    Ah!!! Te apoyo 100%, ser frágil y llorar no es ser débil! Me considero una persona bien fuerte pero lloro por todo, y me alegra llorar y desahogarme y sí, claro que arregla muchas cosas, a veces hasta que no lo echo no me quedo bien y seguramente es lo que te pase a ti así que, cielina, llora cuanto quieras :) aunque yo, personalmente, preferiría que sólo tuvieras que llorar de alegría pero es bastante imposible.
    Bueno, pequeñi, espero que pronto tengas internet y hablemos por Skype, necesito escucharte!!
    Un abrazo enooorrrme tati! te quiero mucho.

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  2. nena!!! soy ana aranda!

    hay por dios! qué agobio de tower! era el sitio q más me atraía (Holanda), pero definitivamente, me has terminado de acojonar con la erasmus! jajaja

    mucho ánimo q seguro q te puedes cambiar con la muchacha y empiezas "una vida nueva" ;)

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  3. Post muy largo. Raciónalo, bonita, es mejor, créeme.

    Qué bueno encontrarte por la red.

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  4. Toda una aventura... Seguro que habrá pocos días fatídicos de esos... un beso enorme

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